Causas del Femicidio desde la Psicología del Femicida

En este articulo, haremos el análisis del perfil del femicida como elemento fundamental para prevenir, comprender y abordar este tipo de violencia desde una perspectiva psicológica.

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Contamos con un equipo de psicólogos forenses capacitados para analizar los perfiles de los femicidas, identificar patrones de violencia y colaborar con el sistema judicial en la determinación de responsabilidades.

¿Qué es el Femicidio y por Qué se Llama Así?

El femicidio es un término que se utiliza para describir el asesinato de una mujer por razones de género, generalmente cometido por un hombre en el contexto de una relación íntima o en situaciones de violencia estructural. A diferencia de otros homicidios, el femicidio no solo implica la muerte de la víctima, sino que está vinculado a motivos de dominación, control, odio o menosprecio hacia la mujer por el simple hecho de ser mujer.

El término «femicidio» surge como una respuesta para diferenciar estos crímenes de otros homicidios, debido a la especificidad de las circunstancias y motivaciones que los rodean. Diana Russell, una académica feminista, fue una de las primeras en popularizar el uso del término a nivel internacional en la década de 1970, y en su definición inicial lo utilizaba para describir el asesinato de mujeres por ser mujeres, en un contexto de opresión y subordinación patriarcal.

El uso del término busca visibilizar un problema que va más allá de la violencia física, destacando que estos crímenes tienen profundas raíces en la desigualdad de género, las creencias patriarcales y la cosificación de la mujer. El femicidio representa la máxima expresión de esa desigualdad y control, donde el agresor considera que tiene el derecho de decidir sobre la vida de la mujer.

Casos de femicidios en Argentina

En Argentina, los femicidios son una trágica realidad que sigue ocurriendo con preocupante frecuencia. Durante 2024, se ha registrado un femicidio cada 37 horas, lo que refleja la urgencia de abordar esta problemática con mayor seriedad y compromiso desde el Estado y la sociedad en su conjunto. Los datos indican que entre enero y abril de 2024 ocurrieron 78 femicidios, con un alto porcentaje de estos crímenes cometidos por parejas o ex parejas de las víctimas. Además, muchas de estas mujeres ya habían denunciado a sus agresores previamente, lo que subraya las fallas en los sistemas de protección vigentes​(

Un aspecto crucial es que el 64% de los femicidios suceden en el hogar de la víctima, lo que demuestra que la violencia de género no es un problema externo, sino algo que ocurre dentro de los espacios íntimos y familiares. El control coercitivo, las amenazas veladas y la manipulación emocional son características comunes en estos casos, lo que incrementa el riesgo para las mujeres que intentan salir de relaciones abusivas.

Este contexto no solo afecta a las víctimas directas, sino también a sus hijos e hijas. En lo que va del 2024, más de 70 menores de edad quedaron huérfanos debido a los femicidios. Estos niños no solo enfrentan la pérdida de sus madres, sino que también arrastran secuelas emocionales y psicológicas que pueden perdurar por años​

La psicología del femicida busca desentrañar las motivaciones subyacentes, los patrones de comportamiento y las dinámicas psicológicas que llevan a un hombre a cometer este crimen.

Características Psicológicas del Femicida

Desde la psicología, se ha identificado que, si bien no existe un perfil único del femicida, sí se pueden encontrar ciertas características comunes que a menudo están presentes en quienes cometen este tipo de crimen:

Sentimiento de Posesión y Control

Como perito psicólogo en el ámbito criminal, he observado de manera directa cómo el sentimiento de posesión y control sobre la víctima es uno de los principales motores que lleva a un hombre a cometer femicidio. El agresor suele percibir a la mujer no como una persona con autonomía propia, sino como un objeto bajo su propiedad. Esta visión distorsionada de la relación implica que la mujer debe obedecer y mantenerse bajo las normas impuestas por él, siendo su control absoluto. Cualquier resistencia por parte de ella, ya sea en forma de cuestionamiento, búsqueda de independencia o una eventual separación, puede desatar una respuesta violenta.

En los casos en los que he trabajado, he podido observar cómo el femicida siente que pierde el control sobre la situación y, al no poder gestionarlo, recurre a la violencia extrema para «reestablecer» lo que percibe como su dominio. Es un impulso que se nutre de una profunda inseguridad, una necesidad de reafirmar su autoridad frente a lo que interpreta como una traición o rebeldía de la mujer. En muchos de estos casos, los femicidas relatan que la sensación de estar perdiendo a la víctima, ya sea porque ella expresa su intención de dejar la relación o porque busca otras formas de independencia, es lo que desencadena el impulso destructivo.

Este sentimiento de posesión suele ir acompañado de dinámicas de poder que se instauran mucho antes del acto violento. A lo largo de la relación, el agresor establece un patrón de control a través de la manipulación emocional, la humillación y la violencia psicológica. De hecho, antes de llegar a la violencia física o el femicidio, la víctima suele haber experimentado una serie de microagresiones que, desde la perspectiva del agresor, son mecanismos para mantener la «obediencia» de la mujer.

En el ámbito familiar, el control coercitivo también se extiende a otras áreas, como el acceso a los recursos financieros o el aislamiento de la víctima de su círculo social. En estos casos, la mujer es controlada de tal forma que se ve imposibilitada para tomar decisiones por sí misma, y cuando intenta resistirse, el agresor la percibe como una amenaza a su identidad masculina y a su poder en la relación. Lamentablemente, en muchos casos que he evaluado, estas señales no fueron detectadas a tiempo, lo que permitió que la escalada de violencia continuara hasta culminar en el asesinato.

Este control posesivo no es solo una cuestión de celos, sino una forma de validar la masculinidad tóxica que muchos agresores interiorizan. En contextos donde las normas patriarcales son fuertes, el hombre siente que su «poder» sobre la mujer es parte fundamental de su identidad, y la pérdida de ese poder lo desestabiliza emocionalmente.

Celos Patológicos

Los celos patológicos son otra de las motivaciones más comunes en los casos de femicidio. Durante mi carrera como psicólogo forense, he observado cómo este tipo de celos van más allá del miedo racional a la infidelidad; son un miedo irracional y descontrolado a la pérdida de la mujer. Los hombres que sufren de celos patológicos suelen percibir cualquier comportamiento de la mujer como una amenaza a la relación, lo que puede llevar a una obsesión por controlarla.

En muchos casos, los celos patológicos están alimentados por una baja autoestima y una profunda inseguridad. El agresor siente que no es lo suficientemente «bueno» para retener a la mujer y, en lugar de afrontar esa vulnerabilidad de forma saludable, utiliza la violencia como medio de reafirmar su control. En entrevistas con agresores, he escuchado repetidamente frases como «No podía soportar la idea de que estuviera con alguien más» o «Sentí que me estaba engañando, aunque no tenía pruebas». Estas declaraciones reflejan la distorsión cognitiva que sufren estos hombres, donde el miedo a la traición se convierte en una realidad interna que, finalmente, justifica el uso de la violencia.

Uno de los problemas con los celos patológicos es que suelen aumentar con el tiempo. Al principio de la relación, el agresor puede ser simplemente controlador, pidiendo detalles sobre el paradero de la víctima o a quién ve. Pero con el tiempo, estos comportamientos se vuelven cada vez más intrusivos, hasta llegar al punto en que el agresor siente la necesidad de eliminar cualquier posibilidad de «competencia», lo que en su mente distorsionada puede incluir hasta la vida de la víctima. Es importante señalar que en muchos de los casos de femicidio en los que he trabajado, el agresor no tenía pruebas de infidelidad, sino que actuaba impulsado por sus miedos irracionales y su incapacidad para manejar el rechazo.

Patrones de Violencia Escalada

Uno de los factores que he observado de manera consistente en los casos de femicidio es que este crimen rara vez ocurre de manera aislada. Por el contrario, el femicidio es el punto culminante de un ciclo de violencia que se ha ido intensificando con el tiempo. En mis años de experiencia, he visto cómo las víctimas de femicidios han sido sometidas a violencia psicológica, emocional y física durante meses o años antes del asesinato.

Este ciclo de violencia se caracteriza por una escalada gradual en la que el agresor comienza con comportamientos controladores o agresiones verbales y, con el tiempo, aumenta la intensidad de sus actos. La violencia emocional, como el menosprecio constante o la humillación, suele ser el primer paso. A medida que la relación avanza, el agresor puede recurrir a la violencia física para reafirmar su dominio. En este punto, la víctima ya ha sido debilitada emocionalmente, lo que la hace más vulnerable a la violencia física que sigue.

Uno de los mayores desafíos es que muchas veces esta violencia de menor escala no es denunciada ni detectada por las autoridades. Las víctimas, ya sea por miedo o por dependencia emocional o económica, tienden a minimizar los incidentes, lo que le permite al agresor seguir aumentando el grado de violencia. En muchos de los casos que he analizado, la mujer intentó buscar ayuda en varias ocasiones, pero las señales de peligro no fueron reconocidas, y el ciclo continuó hasta el punto de no retorno.

Machismo y Creencias Misóginas

Finalmente, los femicidios están profundamente enraizados en el machismo y las creencias misóginas. Como psicólogo forense, he trabajado con muchos agresores que justifican sus actos violentos basándose en creencias sobre la superioridad masculina y el papel de la mujer en la sociedad. Estas creencias, que suelen transmitirse de generación en generación, crean una cultura donde la violencia hacia la mujer se ve como una respuesta legítima cuando ella «no cumple con su rol».

La ideología patriarcal subyacente en muchos casos de femicidio refuerza la idea de que el hombre tiene derecho a controlar a la mujer y, en caso de que ella se desvíe de las expectativas de sumisión, puede ser castigada. He encontrado en mis evaluaciones que muchos femicidas no ven su violencia como un acto criminal, sino como una respuesta necesaria para mantener el «orden» dentro de su relación o familia. Este marco mental, basado en siglos de desigualdad de género, es lo que alimenta el sentido de impunidad que muchos agresores sienten antes de cometer el crimen.

Al analizar los casos de femicidio, queda claro que la erradicación de estos crímenes no es solo un tema de intervención judicial, sino de educación y cambio cultural. Es necesario confrontar las creencias machistas que permiten que los hombres sientan que tienen el derecho de decidir sobre la vida y la muerte de una mujer. Como perito, sigo convencido de que es fundamental trabajar en prevención temprana y en reeducar las normas que perpetúan la violencia de género.

Factores Psicológicos y Emocionales Claves

La psicología del femicida también se ve influenciada por una serie de factores emocionales y psicológicos que predisponen a estos hombres a cometer el crimen. Algunos de los más destacados incluyen:

Historia de Trauma o Abuso

En mi experiencia como psicólogo forense, he observado que un historial de trauma o abuso durante la infancia es un factor común en muchos femicidas. Aunque no es una regla general, una parte significativa de los agresores ha vivido en entornos de violencia familiar o ha sido víctima de abuso físico, emocional o sexual. Estos antecedentes, en muchos casos, contribuyen a normalizar la violencia como un método válido para resolver conflictos o ejercer control sobre los demás.

La infancia y adolescencia son períodos críticos para el desarrollo emocional, y cuando un niño crece en un entorno donde la violencia es habitual, comienza a internalizar la idea de que los conflictos se resuelven a través de la agresión. He visto numerosos casos en los que los agresores, durante sus evaluaciones, relatan haber sido maltratados o haber presenciado cómo uno de sus progenitores, generalmente la madre, era víctima de violencia. Este tipo de experiencias no solo afecta su desarrollo emocional, sino que también influye en la forma en que interpretan las relaciones de poder en su vida adulta.

Al no haber recibido modelos saludables de resolución de conflictos ni haberse desarrollado en un entorno afectivo seguro, estos individuos tienden a reproducir los mismos patrones de violencia en sus relaciones. Además, la falta de intervención en esos momentos críticos hace que sus problemas emocionales queden sin tratar, lo que puede derivar en una personalidad más susceptible a la agresión.

Como profesional, uno de los mayores retos que enfrentamos es identificar y tratar a tiempo estos patrones intergeneracionales de violencia. El trauma no tratado, en muchos casos, puede llevar a la persona a perpetuar el ciclo de agresión, justificando su comportamiento bajo la premisa de que la violencia es inevitable o normal.

Trastornos de la Personalidad

Otro factor que he observado en mi trabajo con femicidas es la presencia de trastornos de la personalidad, como el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el trastorno narcisista. Estos trastornos, aunque diferentes en su naturaleza, comparten una característica en común: la dificultad para regular las emociones y manejar el rechazo o la frustración de manera adecuada.

El trastorno límite de la personalidad (TLP), por ejemplo, se caracteriza por inestabilidad emocional extrema, impulsividad y un miedo intenso al abandono. Los individuos que padecen este trastorno a menudo tienen relaciones intensas y caóticas, donde el temor a ser rechazados o abandonados los lleva a reacciones desproporcionadas. He visto cómo, en muchos casos de femicidio, el agresor tenía un historial de relaciones dependientes y descontrol emocional, lo que lo llevaba a actuar con extrema violencia ante la posibilidad de perder a su pareja.

Por otro lado, el trastorno narcisista se caracteriza por una necesidad desmesurada de admiración, una falta de empatía y un sentido de superioridad. En estos casos, el femicida puede percibir cualquier tipo de desafío o rechazo como una amenaza a su ego y su valor personal. Al sentirse humillado o desafiado, reacciona con agresividad extrema para reafirmar su poder y mantener su estatus. Este tipo de agresores no pueden tolerar la idea de perder el control sobre su pareja o que su imagen se vea afectada por una separación.

Estos trastornos no solo dificultan la capacidad del individuo para regular sus emociones, sino que también influyen en la forma en que perciben a los demás, especialmente a sus parejas. Las reacciones violentas que se presentan en los casos de femicidio a menudo están relacionadas con la percepción distorsionada que tienen de las intenciones de la víctima, así como con su incapacidad para gestionar adecuadamente sus emociones.

Depresión y Desesperanza

El estado emocional de muchos femicidas antes de cometer el crimen puede estar marcado por una profunda desesperanza. En mi trabajo, he visto cómo el agresor se siente atrapado en una situación de la que no ve salida. Este estado mental puede desencadenar una reacción extrema, donde el individuo percibe que la única opción para poner fin a su sufrimiento emocional es cometer el crimen.

Este tipo de pensamiento está fuertemente relacionado con la depresión, una condición en la que el individuo siente una pérdida total de control sobre su vida. En el contexto de una relación en la que el agresor siente que está perdiendo a su pareja, la desesperanza se intensifica, llevándolo a considerar el femicidio como una solución «definitiva» para evitar el abandono o la humillación.

En muchos casos, los femicidas expresan que cometieron el crimen porque sentían que «no había otra opción» o que estaban siendo «provocados» al extremo. Este tipo de racionalización es común en personas con trastornos depresivos no tratados, quienes ven el asesinato como un escape de una situación insoportable.

La desesperanza aprendida también es un concepto relevante en estos casos. Aquellos que han crecido en entornos violentos o disfuncionales pueden sentir que la violencia es la única salida en situaciones de crisis. Al no haber desarrollado habilidades de resolución de conflictos saludables, recurren a la agresión como única forma de escapar de su sufrimiento emocional.

Consumo de Alcohol o Drogas

Finalmente, uno de los factores más observados en los casos de femicidio que he evaluado es el consumo de alcohol o drogas en el momento del crimen. Aunque no es el único factor, el uso de sustancias tiende a reducir las inhibiciones y a amplificar los impulsos agresivos del agresor. En mis entrevistas con femicidas, muchos de ellos relatan que en el momento del asesinato estaban bajo los efectos de alcohol o drogas, lo que les impidió frenar sus impulsos violentos.

El alcohol es una sustancia que, al reducir las inhibiciones, puede intensificar las emociones agresivas que el agresor ya estaba experimentando. Muchas veces, el alcohol sirve como un catalizador para la violencia, permitiendo que el agresor actúe sobre sentimientos de ira, frustración o desesperación que de otra manera podría haber controlado en un estado sobrio. He notado que los individuos que abusan del alcohol o las drogas a menudo no cuentan con las herramientas emocionales necesarias para manejar el estrés y los conflictos, lo que hace que recurran a la violencia en momentos de crisis.

En conclusión, la psicología del femicida es multifacética y está influenciada por una combinación de factores, desde traumas pasados, hasta trastornos de la personalidad, estados emocionales extremos, y consumo de sustancias. Entender estos factores es crucial para desarrollar estrategias preventivas y brindar tratamiento adecuado a aquellos en riesgo de cometer actos de violencia extrema.

Diferencias con Otros Tipos de Asesinato

A diferencia de otros tipos de homicidio, el femicidio está motivado por razones de género. Esto implica que no solo se trata de un acto de violencia física, sino de una expresión máxima de poder y control sobre la mujer por el hecho de ser mujer. Mientras que en otros asesinatos la motivación puede estar basada en conflictos económicos, sociales o personales, el femicidio está enraizado en una ideología misógina que busca reafirmar la superioridad del hombre sobre la mujer.

Tratamiento y Prevención desde la Psicología

El trabajo psicológico con individuos que tienen antecedentes de conductas violentas hacia las mujeres es fundamental para la prevención del femicidio. La intervención puede incluir terapia cognitivo-conductual, donde se trabaja en modificar las creencias machistas y en mejorar el manejo de la ira y las emociones. Además, es esencial desarrollar programas de educación emocional y desarrollo de habilidades sociales, que permitan a los agresores identificar y gestionar sus emociones de manera no violenta.

Por otro lado, la detección temprana de señales de violencia en las relaciones puede salvar vidas. La terapia psicológica enfocada en los celos patológicos, la dependencia emocional y la inseguridad en las relaciones puede ayudar a prevenir que estos sentimientos se conviertan en actos de violencia extrema.


Servicios Psicológicos y Periciales en Casos de Femicidio

 

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